Decía el bohemio Javier Krahe con mucho tino, que en las antípodas se poseen muchas cualidades y defectos, pero todas ellas aunque nos cueste creerlo, idénticas a las autóctonas.
Desde hace un año trabajamos en el Hogar con la familia Pio-Lin (nombre avícola ficticio, claro esta) y la verdad es que, el plan de caso aunque con altibajos en el camino, progresa adecuadamente. Creo recordar haberlo dicho en este mismo foro, pero sino lo repito: En acogimiento residencial se trabaja la protección a la infancia, aunque en realidad el verdadero problema no sea de estos sino de su familia y/o progenitores. Es lo que llamo, pagar los platos rotos sin haber despiezado ninguno. Y más, cuando los dueños de la vajilla son adultos, pero sin competencias.
La mama Lin es autóctona, con varios hijos mayores de una anterior relación y con ansías por tener de nuevo otra familia y recomponer la que no tuvo antaño. Trabajadora, de clase media-alta, sus dificultades vienen más de la parte emocional que la material. Matriarcal como buena vasca, suele negociar poco en el ámbito familiar y la toma de decisiones oscila tanto como el baremo de la prima de riesgo.
Pio es un señor muy sociable, residente en España desde hace casi 15 años. Originario de una cultura tildada de machista, pareciera si no es porque le conocemos, que fuese un infiel con sus ideales. Formal, responsable y trabajador, aporta al núcleo un halo de sentido común y raciocinio, que por momentos parece no ser suficiente. También con un sentido muy arraigado de la familia, tira de ella y la defiende, desde un segundo plano.
Ambos tienen dos hijos, uno al borde del ingreso en centro residencial, la otra, residiendo en el hogar y reconduciendo su historia de angustias e inseguridades desde el pasado año.
Para el caso no se han escatimado recursos. Desde psiquiatras públicos a privados, desde trabajadores sociales a educadores familiares, pasando por terapeutas de familia. Todo y nada, para lograr un mismo fin, tan sólido como la incertidumbre diaria de su propia composición familiar: lograr un lugar común donde tod@s quepan, tengan su hueco y se sientan importantes, seguros y queridos.
Desde el Hogar tenemos mayor contacto (con el tiempo, compenetración) con Pio. Recibe asertivamente pautas y consideraciones, que desde la profesión creemos importantes para sus días en grupo. No son la solución final, pero pueden resultar útiles como adoquines del camino a seguir. Lin es muy comunicativa y sociable también, pero confunde la comunicación con un deseo de respuestas y soluciones, mientras obviamos el cómo. Quiere ver la meta antes de iniciar la travesía, sencillo, sin trabas en el camino. Y ese va a ser el gran reto de la educación social, poder acompañarla y ayudarla en el proceso. La psiquiatría debe hacer lo siguiente, lo más difícil: Convencerla de que no está bien y necesita ayuda (y ayudarla), porque sino, no podrá convivir con nadie. Si ella no está bien, sus hijos y su familia, tampoco lo estarán; por lo menos, no juntos.
Él es de las antípodas, muy diferente culturalmente, con ganas de ver lo que no ve y entender lo que no entendía. Ella es autóctona, como nosotr@s, culturalmente parecida, pero tan distinta.
Ilustración: Red Cultural Antípodas